Estados Unidos: El Sueño de Todo Dictador
– Por Ron Paul
Estos son días verdaderamente preocupantes para la libertad en los Estados Unidos. La semana pasada, el plazo de 60 días para que el presidente obtuviera la aprobación del Congreso para nuestra participación militar en Libia bajo la resolución “War Power” (Poder de Guerra) se fue como vino. Los medios apenas lo cubrieron. Los bombardeos continuaron. Tuvimos una audiencia en el Capitolio sobre el tema, pero la administración se niega a preocuparse por la legalidad de esta nueva guerra. No está claro si Obama alguna vez obtendrá el consentimiento del Congreso y, sorprendentemente, se está discutiendo si es que lo necesita.
El artículo 1, sección 8 de la Constitución lo ve de otro modo. Establece claramente que el poder para declarar la guerra descansa dentro del poder legislativo –el poder más representativo de la población–. Los fundadores eran personas cansadas de las guerras, y el requisito de una ley del Congreso para ir a la guerra fue intencional. Creían que no se debería entrar en guerras a la ligera, por ello se negaron a dejar tal decisión en manos de una sola persona. Se opusieron al poder bélico absoluto de los reyes. Sería increíblemente ingenuo pensar que un dictador jamás podría hacerse con el poder de este país.
Nuestros presidentes ahora pueden, por sí solos: ordenar asesinatos, incluyendo ciudadanos estadounidenses; operar tribunales militares secretos; torturar; encarcelar indefinidamente sin debido procedimiento; ordenar registros e incautaciones sin orden judicial; descuartizar la cuarta enmienda; ignorar la regla de 60 días para presentar ante el Congreso la naturaleza de cualquier operación militar, como lo requiere la War Power Resolution (Resolución Poder de Guerra); continuar con los abusos del Patriot Act (Ley Patriota) sin supervisión; iniciar guerras a su antojo y tratar a todos los estadounidenses como sospechosos de terrorismo en los aeropuertos, con los manoseos y los la máquina de Rayos-X de la TSA.
Quienes no se alarmen con todo esto no están prestando atención, o confían demasiado en los funcionarios del gobierno como para estar preocupados. Quienes estén en el gobierno hoy en día podrán ser personas confiables y maravillosas. ¿Pero qué hay de los líderes del futuro? Ellos heredarán todos los poderes adicionales que les cedemos a los actuales titulares del puesto. ¿Podemos confiar en que no se aprovechen de ello? Las mejores intenciones de hoy crean lagunas y oportunidades para los tiranos del mañana.
Quizás el incremento de poder más preocupante es la reciente expansión de la misión asociada con los ataques del 11 de septiembre y con las guerras de Irak y Afganistán. Algo que comenzó como ataques específicos a los autores del 11/9 continúa luego de 10 años con una guerra que se expande. ¿Y contra quién? La semana pasada el Congreso aprobó un proyecto de ley de “Autorización para la Defensa”, de un lenguaje muy inquietante, que explícitamente extiende el poder de guerra del presidente a casi cualquier persona. La sección 1034 de la ley dice que estamos en guerra con los Talibanes, con al Qaeda y con sus fuerzas asociadas. ¿Quiénes son estas fuerzas asociadas? También incluye a cualquiera que haya apoyado las hostilidades que hayan ayudado a cualquier organización que ayude a estas fuerzas asociadas. Esta autorización no está limitada geográficamente, y no tiene fecha de caducidad. No importa si estas fuerzas asociadas son o no estadounidenses. Tus derechos constitucionales ya no aplican cuando los Estados Unidos están “en guerra” contigo. ¿Sería tan difícil, para alguien del gobierno, “conectar” a algún enemigo político con al Qaeda, aunque sea tenuemente, y declararlo una “fuerza asociada”?
Mi colega, el Congresista Justin Amash, encabezó un esfuerzo para hacer que se elimine este lenguaje tan preocupante, pero desafortunadamente fracasó por una votación de 234 contra 187. Es realmente lamentable que tantos en el Congreso respalden una autoridad bélica ilimitada en manos del Poder Ejecutivo.
Cuba: ¡Aquí estamos! –
Las agrupaciones opositoras dentro y fuera de Cuba luchan pacíficamente por la democracia; han elaborado programas de cambio y tienen visión y propuestas de futuro (aunque algunos se empeñen en negar la existencia de estos programas de cambio y de futuro). Es el Gobierno quien no tiene propuesta de cambio ni de futuro para el pueblo o sólo tiene la misma propuesta que impone desde hace 52 años: la permanencia del mismo grupo en el poder dentro del totalitarismo con sus privilegios y negando los derechos a los cubanos y la soberanía al pueblo.
Ese proceso de continuidad del totalitarismo, que ahora se disfraza de cambios y se presenta como la única alternativa, ha logrado apoyo en el pragmatismo de algunos que olvidan la historia y les falta perspectiva.
El régimen se recicla para convertirse en su propia alternativa sin responder al profundo deseo y necesidad de cambios que tiene el pueblo cubano. Sin embargo algunos promueven el voto de confianza al gobierno, justifican cambios sin libertad y sin derechos y tratan al pueblo con despotismo y sin transparencia. ¿Por qué no el voto y la confianza para el pueblo en un plebiscito y en elecciones libres?
Rechazamos toda pretensión de clasificar a los disidentes cubanos y de dictar quien vale y quien no. En la diversidad y aún en las diferencias y tensiones entre los que somos parte del movimiento democrático cubano, también llamado oposición o disidencia, hay una sola condición para todos y una sola calificación sin exclusiones: la de hermanos de lucha.
Con este mensaje no hablamos a nombre de la oposición pero si desde la oposición de la que formamos parte inseparable. No aceptamos que alguien fuera de la oposición escoja quien habla por la oposición y la representa, eso lo decidiremos nosotros los opositores. Consideramos que se acerca el momento en que nosotros los opositores debemos, una vez más y en consenso, dirigirnos al pueblo de Cuba para proclamar nuestra posición de conjunto en los campos fundamentales. Digámosle: ¡Aquí estamos!
La oposición democrática cubana dentro y fuera de Cuba no va a pactar a espaldas del pueblo, no quiere un lugar en arreglos donde el pueblo quede excluido y sin derechos. La razón de ser y la vocación del movimiento democrático cubano es luchar pacíficamente por los derechos de los cubanos, por la libertad, por la democracia y por la reconciliación. Denunciamos y enfrentamos radicalmente todas las maniobras de falsos cambios con las que quieren seguir privando a los ciudadanos de sus derechos, hacer a los pobres más pobres y mantener al pueblo sin que pueda decidir soberanamente su destino. Los opositores estamos unidos en el espíritu de servir al pueblode Cuba, al que amamos; en la misión común de lograr la libertad, los derechos y la democracia y en la solidaridad entre los miembros de la familia opositora.
Ante la tenacidad, el heroísmo, el martirio de algunos y la fidelidad al pueblo de la oposición democrática cubana, el gobierno cubano ha reciclado durante años la secuencia de represión con encarcelamiento, difamación, actos de repudio, acoso permanente, espionaje y de una u otra manera persecución para obligar a marchar al destierro a muchos opositores. Pero esta vez lasecuencia trae, además, un intento desesperado del régimen y sus acompañantes por descalificar la oposición, por sacarla del escenario ya que no puede manipularla. Este intento de descalificación es ahora galopante. Esta conspiración se vale de muchos recursos, maniobras e hipocresías para silenciar, confundir y quizás suplantar la oposición por quienes jueguen adecuadamente el papel que necesita esta conspiración de falsos cambios. Están muy apurados en esta carrera por descalificar al movimiento democrático porque saben que los opositores que vivimos y luchamos dentro y fuera de Cuba no entraremos en el juego desleal contra el pueblo. El régimen y sus acompañantes necesitan “cuadrar” su plan sin la molestia de una oposición que exige transparencia para Cuba y libertad y derechos para todos. No podemos cerrar los ojos ante este ataque que pretende ser mortal y que ya ha causado sus estragos.
¡Hermanos de lucha hablemos al pueblo todos unidos!
*Oswaldo Payá Sardinas, Coordinador del Movimiento Cristiano de Liberación.
Opinion: Hollywood en acción
Una vez escribí un artículo titulado “El síndrome del poeta” donde señalé que en general poetas, escultores, pintores, escritores de ficción y otras manifestaciones artísticas están compuestas por personas de gran sensibilidad que cuando se pronuncian sobre temas sociales lo hacen siguiendo sus primeros impulsos sin estudiar el tema. Hayek insistía que en economía la primera inclinación habitualmente está mal ya que esta ciencia es “contraintuitiva”: lo que se intuye en primera instancia no conduce a conclusiones acertadas ya que un análisis correcto requiere profundizar en “lo que se ve y en lo que no se ve” para recoger la conocida perspectiva de Bastiat que luego tomó y expandió Henry Hazlitt.
Así es que los referidos artistas en la mayor parte de los casos se expiden sobre temas sociales incurriendo en todo tipo de falacias y gruesas equivocaciones y, como decía en mi antedicho artículo, cuando se intenta abordar a esas personas para explicar los equívocos la contestación es más o menos así: “no me va usted a sermonear sobre las leyes de la oferta y la demanda, el multiplicador bancario o los rendimientos decrecientes puesto que yo estoy en un plano más elevado y no me rebajo a los aspectos tan pedestres y ruines”. Con este tipo de respuestas no hay modo de salir del atolladero ni de encarar los problemas planteados. Y lo llamativo es que cuando alguno de estos artistas abandona el socialismo para abrazar la causa de la libertad, los colegas le hacen un vacío inmenso condenándolo al ostracismo porque les parece que se ha traicionado vilmente la causa y siguen como si tal cosa pontificando sobre la necesidad de igualar ingresos (no los de ellos que siempre consideran insuficientes), otorgar pseudoderechos, crear más organismo estatales para supervisar la vida de otros, subsidiar lo que estiman es conveniente, imponer sindicatos contrarios a la libertad de asociación y limitar la prensa a lo que piensan los iluminados.
Ciertos intelectuales de otras especialidades también prestan su apoyo a estas posturas. Robert Nozick lo atribuye a que pretenden calificar las acciones en el mercado como se hace en la universidad con los alumnos y no aceptan que se retribuya en concordancia con los gustos y preferencias de los consumidores. Helmut Schoeck lo atribuye a la envidia, Hayek a la improcedente extrapolación de la planificación personal de las vidas a la planificación de las relaciones sociales y Ludwig von Mises elabora algunas de estas tesis y propone otras en su célebre La mentalidad anticapitalista y agrega, refiriéndose a Hollywood, que los actores y actrices “temen por la volubilidad del público”. Este fenómeno no determina la reacción adversa al sistema de libertad pero indudablemente influye en grado sumo.
Esto último señalado por Mises es de especial interés ya que, a diferencia de lo que ocurre con la venta de bienes tangibles que son impersonales y pueden perdurar en el mercado a través de generaciones, el actor y la actriz cuentan con un tiempo limitado y una precisa vida útil después de la cual se terminó la carrera y el público les da la espalda y, en el mejor de los casos, ponen de manifiesto lástima por la decrepitud de quienes antes fueron consideradas “estrellas”. Es en este contexto que el mundo del cine y el teatro, también ignorando los principios de la ciencia económica, concluyen que el socialismo les dará protección en la ancianidad, mientras que el capitalismo los arroja a los leones. No consideran los jugosos emolumentos que reciben durante su vida activa, sus mansiones y sus requerimientos en cuanto a todo tipo de comodidades durante los rodajes o las representaciones en vivo, todo lo cual les permite preveer con amplitud su vejez. No se molestan en mirar el cine y el teatro decrépitos del mundo socialista y los estilos de vida de quienes no son los favoritos del déspota de turno.
Al hacer la autocrítica del por qué del fracaso en llegar con el mensaje liberal a estos ámbitos, se llega a la conclusión que, sin perjuicio de que siempre es bueno pulir y mejorar la trasmisión de ideas, la cerrazón de los interlocutores se debe a la falta de educación en temas fundamentales de la vida social. Se torna en un círculo vicioso si este es el problema y se niegan a la posible solución. No es que la batalla esté perdida ya que, como queda dicho, en algunos casos se logra sortear el cerco, pero hay que tener en cuenta que “no hay peor sordo que el que no quiere escuchar”.
De todos los asuntos sociales el más desconocido está referido a la causa que eleva ingresos y salarios en términos reales. Estamos perdidos mientras se sostenga que provienen de decisiones voluntaristas, de decretos gubernamentales, de acciones sindicales violentas o de la buena voluntad de los empleadores. Una vez que se percibe que la única razón de dicho incremento radica en las tasas de capitalización, es decir en la inversión per capita, las argumentaciones cambian su eje y se concentran en el debido respeto a los derechos de propiedad al efecto de maximizar la posibilidad de captar ahorros externos y estimular la formación de los internos, en un contexto de marcos institucionales compatibles con este resultado. Solo en esa situación se comprende que el asunto no es de suma cero sino de un proceso de creación de riqueza para lo cual es menester asegurar un clima de respeto recíproco y cooperación social.
Si Hollywood no cambia la línea básica de sus contribuciones y, en general, no modifica su dirección argumental y la mayor parte de sus guiones, el mundo se convertirá en lo que viene aplicando desde hace décadas Gaddafi, esto es la prohibición en Libia de todo cine y teatro para que no aparezcan actores que compitan con su fama (por las mismas razones, tampoco permite que los jugadores de football se identifiquen por su nombre y así se les asigna un número a cada uno). Isabella Rossellini, la hija de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, cuenta que los actores tímidos curiosamente se sienten completamente liberados de esa limitación mientras interpretan otros personajes, evidentemente no hay esa disociación cuando se trata de ideas: por el momento, en general, en Hollywood, la persona y el personaje confluyen en promover propuestas socialistas. Y cuando aparecen en pantalla producciones cinematográficas como The Lost City dirigida y actuada por Andy García que muestra las canalladas del régimen castrista en la isla-cárcel cubana, es boicoteada por todos los medios posibles desde la propia meca del cine.
David Mamet, escritor de teatro, director de cine, actor, ganador del Premio Pulitzer y nominado al Oscar por The Veredict (1982) y por Wag the Dog (1997) relata en su nuevo libro los serios problemas que le crea el haber abandonado sus posiciones socialistas para abrazar la causa de la libertad. Lo hace con lujo de detalles sobre el ambiente de Hollywood en The Secret Knowledge. On the Desmanting of American Culture. Hay también no poca hipocrecía en Hollywood, lo que nos recuerda el monólogo del Robinson Crusoe de Defoe cuando encuentra un barco hundido con una carga de monedas de oro y plata oportunidad en la que se referiere extensamente a “la vanidad del dinero”, pero, a poco andar, “pensándolo mejor”, decide llevárselo por las dudas lo necesitara.
A la referida situación que consignamos en esta nota, se agrega la decadencia moral y la inusitada violencia que exhibe Hollywood en sus producciones cinematográficas que, dese luego, no nace allí sino que se alimenta en la degradación y la pérdida creciente de la sensibilidad en el público. Agatha Christie en su autobiografía dice que en sus novelas policiales siempre hay una moraleja donde se distingue claramente el bien del mal y que se dirigía a lectores que rechazaban a los asesinos y estaban a favor de los que los combatían, sin embargo, escribe en esta su última producción, en 1977, que nota un cambio en este tema central en cuanto a “un gusto sádico hacia la violencia en si misma” y que le “asusta la falta de interés por el inocente”. Lo mismo ocurre en Hollywood en el contexto de la señalada incomprensión respecto a temas cruciales.
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