Nada es gratis
Walter Williams
Quizá la lección económica más difícil de sobrellevar es que vivimos en un mundo de escasez y todo tiene un coste. La escasez surge en el momento en que los deseos humanos superan a los medios de satisfacer esos deseos. Por ejemplo, Rolls-Royce fabrica menos de 4.000 vehículos al año, pero estoy seguro de que de los 6.500 millones de habitantes de la Tierra hay más de 4.000 que querrían tener un Rolls-Royce. Eso significa que los Rolls-Royce son más bien escasos. Pero no son sólo ellos: también la ropa, la comida, el suelo y casi cualquier cosa que se le ocurra. No hay suficiente para satisfacer los deseos de todo el mundo.
La escasez significa que nada es gratis. Tener más de algo implica tener menos de otra cosa. Me podrá contestar: "Williams, ahí es donde se equivoca. Alguien me dio este periódico y estoy leyendo su columna gratis". Falso. Si usted no dedicara tiempo a leer mi columna, habría dedicado el tiempo a leer otra cosa, a hablar con su esposa o hijos o a salir a correr. Usted lee mi columna gratuitamente, pero no lo está haciendo a un coste cero. Tiene que sacrificar algo. Hay servicios por los que no debe pagar, como bibliotecas públicas, escuelas públicas, transporte público, etc. Eso no significa que no haya alguien que se esté haciendo cargo del coste.
Ese deseo de conseguir algo a cambio de nada, o que te den algo y lo pague otro, explica el motivo de que tantos estadounidenses sean engañados por los políticos. Un fraude legislativo que ha prosperado durante siete décadas es el bulo de la seguridad social de que la mitad de las retenciones en la nómina (el 6,2%) es abonada por la empresa y la otra mitad (otro 6,2%) es pagada por la plantilla. La ley dice que si usted es autónomo, tiene que pagar las dos mitades. El quid de la cuestión es que tanto si usted es autónomo como si no, va a pagar las dos mitades de la retención de la seguridad social que alcanzan en total el 12,4%. Vamos a verlo.
Suponga que usted me contrata y acordamos que mi salario es de 500 dólares. De esos 500 dólares, usted va a deducir 31 como retención de mi salario destinada a la seguridad social y va a añadir 31 como la supuesta parte de la empresa, enviando a Hacienda un total de 62 dólares. He aquí mi pregunta: ¿cuál es el coste semanal para usted de contratarme? Espero que responda 531 dólares.
La siguiente pregunta es: para hacer rentable mi contratación, ¿cuál debe ser el valor mínimo de mi contribución a su producción total? Si cree que son 531 dólares ha aprobado la lección, porque si el valor de mi aportación a la producción total es sólo del salario acordado entre nosotros de 500 dólares, estará usted incurriendo en pérdidas por contratarme y se iba a arruinar fichándome. Por tanto, si estoy produciendo por valor de 531 dólares semanales, soy yo el que está financiando la supuesta parte de la empresa tal y como hago también con la del empleado. El motivo de que el Congreso creara la ficción de dividir los pagos en dos partes fue hacernos creer que pagamos menos impuestos de los que realmente pagamos.
Por cierto, todas esas prestaciones que percibe el trabajador aparte del salario –como el seguro médico, la jubilación o la guardería – en la práctica las paga él también. Si no las recibiéramos, nuestros salarios serían mayores. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Congreso impuso controles sobre salarios y precios prohibiendo a las empresas competir por los empleados ofreciendo salarios más altos. Fue entonces cuando muchas empezaron a ofrecer prestaciones independientes del salario, como los seguros médicos, como forma de competir por los trabajadores.
Estos extras terminan siendo buenos para el trabajador porque, en su mayor parte, no le retienen por ellas. En otras palabras, si el patrón pagara al trabajador el valor de, digamos, el seguro médico, dentro del salario, el trabajador tendría que pagar los impuestos correspondientes a esa renta y luego comprar una buena cobertura sanitaria.
La idea de fondo es que si usted cree estar recibiendo algo a cambio de nada, o que algún otro le está pagando algo, será mejor que lo compruebe dos veces.
La crueldad del salario mínimo
La crueldad del salario mínimo
Walter Williams
¿Qué es lo que piensa que le permite a un trabajador de la Samoa americana disfrutar de un nivel de vida más alto? ¿Un salario de 3,26 dólares la hora o un salario de 7,25 dólares la hora que no puede percibir por encontrarse en el paro? Todo el mundo pensará que se trata de una pregunta estúpida. ¿Quién iba a apoyar que la gente estuviera desempleada en lugar de tener un trabajo de 3,26 dólares la hora? Pero ese es precisamente el resultado de los incrementos del salario mínimo promulgados por el Congreso en 2007. Chicken of the Sea Internacional trasladó sus operaciones de la Samoa a una planta de fabricación de conservas muy automatizada en Lyons, Georgia. Eso generó una pérdida de 2.000 empleos en la Samoa y un incremento de 200 empleos en Georgia.
Teniendo en cuenta el bajo coste de la vida en la Samoa, esos 3,26 dólares permitían a la plantilla un nivel de vida más alto que el de sus vecinos de las otras islas. Ahora estos trabajadores están parados. Lo peor es que Starkist, la competencia de Chicken of the Sea, podría irse también de la isla. Si eso ocurre, las subidas del salario mínimo habrán costado más de 8.000 puestos de trabajo en las conserveras de la Samoa y las industrias del ramo; eso representa casi la mitad de su población en edad laboral. El estándar de vida samoano se reducirá aún más a causa del aumento del coste de los bienes que importa. Los buques que transportan productos de Estados Unidos u otros lugares hasta Samoa ya no irán tan cargados en sus viajes de vuelta, lo que encarece el transporte por la pérdida de economías de escala.
El empleo en la industria conservera floreció en la Samoa debido a su ubicación y a que era uno de los pocos territorios americanos exentos del salario mínimo. Incluso los incrementos del salario mínimo propuestos en 2007 declaraban en principio exenta a la Samoa. Dado que Del Monte, la matriz de Starkist, tiene su sede en el distrito de San Francisco de la presidenta Pelosi, y dado que Chicken of the Sea está radicada en el sur de California, los republicanos se hartaron de denunciar que la petición de Pelosi de dejar exenta a la Samoa de las subidas del salario mínimo reflejaba un pago en forma de favores políticos y suponían un conflicto de intereses. Yo también lo creí así, pero eximir a los residentes de la Samoa Americana de las subidas del salario mínimo habría sido el acto más compasivo a falta de la derogación del salario mínimo.
El efecto del salario mínimo sobre el paro no se restringe a la Samoa Americana, sino que también afecta al continente estadounidense. El paro adolescente total se sitúa en un récord del 25 por ciento, mientras el desempleo entre los adultos ronda el 10 por ciento. También registra un máximo histórico la tasa de paro entre los varones adolescentes negros, que ya alcanza el 50 por ciento. Cabe preguntarse por qué el desempleo entre los adolescentes, especialmente entre los adolescentes negros, es mucho mayor que el desempleo adulto. La respuesta es simple. Uno de los efectos de una ley de salario mínimo es que quienes primero pierden su empleo son los trabajadores menos cualificados, en cuya categoría los adolescentes están desproporcionadamente representados y por tanto, son los más afectados por los salarios mínimos. Los adolescentes negros están a su vez sobrerrepresentados entre los adolescentes con baja cualificación y por tanto comparten una mayor carga de los salarios mínimos.
De hecho, otro de los efectos más dañinos de las leyes de los salarios mínimos es que reducen el coste de la discriminación racial; estas normas son una de las herramientas más eficaces en los arsenales de los racistas de todos lados, como demuestran tan sólo un par de ejemplos. Durante la época del Apartheid de Sudáfrica, sus sindicatos racistas fueron los principales partidarios de los salarios mínimos para los negros. La Junta Salarial de Sudáfrica decía: "el método consiste en fijar una tarifa mínima de una ocupación u oficio tan alta que los no nativos serán los contratados". En Estados Unidos, a raíz de la huelga del sindicato de caldereros del ferrocarril, cuando un tribunal arbitral decretó que los negros y los blancos debían percibir igual salario, los sindicalistas blancos expresaron su alegría diciendo: "Si la empresa hace esto, el incentivo de contratar a los negros desaparece, con lo que la huelga no habrá sido en vano".
Trágicamente, los salarios mínimos cuentan con el apoyo incuestionable de personas sin malas intenciones pero con poco conocimiento de la realidad y que así se convierten en los tontos útiles de los charlatanes, los estafadores y los racistas.
Si Europa cae...
Si Europa cae...
José García Domínguez
De la agonía final de Europa, algo que acaso esté ocurriendo mientras redacto estos párrafos, uno esperaría al menos la grandeza estética de la decadencia. Aunque no semeja que vaya a ser el caso. Aquel territorio moral alumbrado por Erasmo, por Cervantes, por Voltaire, por Kant, por Goethe, por cuanto aún merece el nombre de civilización, va a eclipsarse, parece, en medio de una reyerta de tenderos. Lo acaba de certificar Gordon Brown, que ha acudido a Churchill para componer un retrato de sus antiguos pares. "Decididos a ser indecisos, inflexibles en su deriva, sólidos en su fluidez y omnipotentes en su impotencia". Así las Merkel, los Sarkozy y demás. Pequeños contables incapaces de comprender que no son posibles los escapismos solipsistas frente al colapso de la Unión.
En su miopía, ajenos a que si dejan caer a Grecia, detrás no solo irán España e Italia: también se desmoronará Adam Smith desde lo alto del pedestal que hoy lo sustenta. Y su lugar volvería a ocuparlo el proteccionismo, ¿quién si no? El proteccionismo armado hasta los dientes con el viejo arsenal de aranceles, contingentes, devaluaciones continuas, reglamentos y mil miserias chovinistas más. Otra vez, pues, el nacionalismo económico, ese genuino padre de todas las desgracias identitarias que han asolado el continente a lo largo de los dos últimos siglos. Una cortedad de miras, la de los líderes presuntos de Europa, que se vuelve todavía más irritante por el manto de moralina calvinista tras el que pretende ocultarse ahora.
Como si el devenir de la deuda de los indolentes PIIGS fuera el justo castigo de la Providencia a sus pecados, empezando por la prodigalidad. Un sambenito que, simplemente, no se compadece con los hechos. Y es que no fue el despilfarro estatal quien provocó la crisis, sino la muy disparatada predisposición a regalar créditos de la banca alemana durante los años de vino y rosas. Por lo demás, el tiempo le ha terminado dando la razón al euroescéptico Brown: para algunos países –España sin ir más lejos– la moneda única acabaría siendo lo que él siempre temió, una camisa de fuerza. Pero ya no hay vuelta atrás. A menos, claro, que, al modo de los primeros surrealistas, se considere que el suicidio es la solución.
México: La guerra que no pedimos
México: La guerra que no pedimos
por Isaac Leobardo Sánchez Juárez
Isaac Leobardo Sánchez Juárez es profesor e investigador de economía en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (México) y fue el ganador del concurso “Caminos de la Libertad” 2009 organizado por TV Azteca.
“Señor presidente, creer que los malos sólo están afuera es un error, los malos también están adentro, la guerra es una guerra fallida por basarse en instituciones fuertemente corrompidas… la estrategia ha sido contraproducente… ha propiciado una mayor corrupción de las instituciones… muertes y el crecimiento del poder de los cárteles…”
Javier Sicilia (poeta y activista mexicano)
El día jueves 23 de junio, en el castillo de Chapultepec en la ciudad de México, se realizó el “Diálogo por la Paz” entre las autoridades federales y la ciudadanía, representada, entre otros, por Javier Sicilia y Julián LeBarón, fue un evento esperanzador para quienes queremos un México unido, pacífico y desarrollado. El diálogo confío se traduzca en un elemento detonador para reducir la violencia y la inseguridad, que represente un punto de inflexión en la historia de este país. De particular interés para un servidor fue que la mayor parte de asistentes (ciudadanos) coincidieron en señalar que la “guerra” contra el crimen organizado no la pedimos los mexicanos e insistieron acertadamente que la estrategia debe ser modificada.
Los seres humanos que nos han dejado (más de 40 mil) y el notable crecimiento de lo que se dice combatir (de 2001 a 2008 el consumo de cocaína se duplicó hasta 2,4 millones de personas, según la Secretaría de Salud) es el mejor indicador del fracaso de la estrategia, insistir en ella simplemente ahondaría el dolor y el sufrimiento de miles de familias mexicanas. La violencia generada por los grupos criminales (principalmente narcotraficantes), no se puede combatir únicamente con policías, ejército y prisiones. Gobierno y ciudadanía necesitamos estar unidos y proponer medidas realmente innovadoras para frenar el crecimiento de la inseguridad y violencia.
En otro orden de ideas, llamó mucho la atención de los medios y de la audiencia, la atención prestada por Presidente de México a los relatos, las quejas y los reclamos de los ciudadanos, fue un ejercicio digno de multiplicarse. La actitud del Presidente levantó muchas sospechas, posiblemente obedeció a que se acercan las elecciones presidenciales y su partido no sale favorecido en las encuestas o bien a un interés sincero en el drama de las víctimas. El hecho es que el Presidente escuchó en Chapultepec pacientemente a los ciudadanos —víctimas de la violencia— y les dio respuesta, argumentado su posición y dejando claro que mientras él se encuentre al frente del gobierno federal la estrategia no va a cambiar. El mensaje fue: los escucho, los entiendo, pero no cambiaré.
El Presidente se muestra empeñado en continuar su estrategia policial y militar, así lo dejo claro en el diálogo. De acuerdo con Eduardo Guerrero (2010), especialista en temas de seguridad, el arresto o eliminación de un capo de una organización criminal suele propiciar su división, lo que ocasiona el nacimiento de nuevas organizaciones. El nacimiento de una nueva organización delictiva trae aparejado, en un entorno competitivo, varios detonantes de violencia. En conclusión: detener a un capo de la droga no resuelve el problema, lo profundiza. Lo que debe ser combatido y eliminado son los incentivos económicos y sociales que hacen de la actividad criminal un negocio sumamente rentable.
Siguiendo el argumento de Guerrero (2010), la estrategia actual del gobierno mexicano para debilitar a las organizaciones criminales está dirigida a fragmentarlas. Es por ello que la policía y el ejército se concentran en el arresto de los principales capos para lograr dicha división. El arresto de los capos genera dos efectos que fracturan a las organizaciones y las dispersan geográficamente: primero desencadenan crisis internas de sucesión; y segundo, propician la conducta oportunista de sus adversarios, quienes toman ventaja de la crisis momentánea. De esta forma, el aumento de la violencia provocado por las divisiones o desprendimientos de una organización criminal se propaga por tres factores principales: 1) La construcción de reputación de las nuevas organizaciones. Las nuevas organizaciones criminales para sobrevivir se especializan en el uso de la violencia y su uso intensivo, con lo que ganan reputación y sobreviven; 2) el surgimiento de nuevas organizaciones rompe equilibrios preexistentes y genera nuevos equilibrios. La generación de nuevos equilibrios desata, frecuentemente, olas de violencia de magnitud nacional o local; y 3) generación de dinámicas de competencia en las que la capacidad de violencia es un factor para ganar. La violencia engendra más violencia, formándose un círculo de causación perverso para la ciudadanía.
En función de lo apuntado, ¿todo está mal en la estrategia actual? Al igual que otros articulistas, propongo un cambio en la estrategia de gobierno, pero reconozco que existen aciertos y como lo señaló el Presidente en el diálogo: “no se podía dar la espalda al problema del crimen organizado”, era indispensable poner en la agenda de seguridad nacional el combate a los grupos delincuenciales. Por otra parte, aunque las instituciones estaban y siguen estando corrompidas, no era adecuado dar marcha atrás; gracias a la actual estrategia se reconoce la importancia de fortalecerlas, particularmente en materia de seguridad.
Las fallas de la actual estrategia son principalmente dos: un mal diagnóstico del problema y un error de método de combate. Se decidió combatir a los delincuentes que se encuentran fuera del Estado, particularmente se piensa que es suficiente con desmantelar a los principales cárteles, sin darse cuenta que los grandes incentivos económicos que crea la actividad criminal generan la aparición de nuevos grupos, los cuales tratan de mantenerse por la vía de la violencia. Si las instituciones están corrompidas, entonces, es necesario combatir a los delincuentes al interior del Estado, y reparar las instituciones. Conclusión, debe ponerse fin a una “guerra” que no pedimos y hacer caso a la ciudadanía que clama por una mayor transparencia y eficiencia de sus instituciones, es ahí por donde debe iniciar la lucha contra los criminales que tienen secuestrado a este país.
Hacer eficientes y transparentes a las instituciones es una tarea fundamental para que México vuelva a ser un país pacífico y seguro. Pero aún más, debe plantearse con seriedad y precisión la posibilidad de legalizar las drogas y regular su consumo. De acuerdo con un estudio llevado a cabo por la revista Nexos (2010), la legalización de las drogas tiene grandes beneficios (sin ser inobjetables) aunque también algunos maleficios. En el balance y de cara a los resultados entregados por la estrategia punitiva, la legalización es una buena opción, siempre y cuando se orqueste una estrategia mundial para su implementación o por lo menos entre EE.UU. (principal consumidor) y México (principal productor y distribuidor en ese mercado).
De acuerdo con los investigadores que realizaron el estudio, la legalización reduciría los márgenes de ganancia del crimen organizado, reduciría su capacidad de corrupción, reclutamiento y violencia. Otros beneficios serían los siguientes: 1) Reducción de los conflictos y la inestabilidad política en los países productores y de paso; 2) reducción de los costos sociales, al poner fin a una de las causas principales del crimen; 3) reducción del tamaño de la población carcelaria no violenta; 4) apertura de espacios a la regeneración de barrios pobres, actualmente tomados por el narcomenudeo; 5) liberación de una enorme cantidad de recursos que hoy se dedican al combate del narcotráfico, para canalizarlos a la educación y salud, en un entorno de mayor transparencia sobre los efectos del consumo de drogas en las costumbres y la conducta de la población; 6) los países productores y de paso como México podrían concentrar sus esfuerzos de seguridad pública en contener los crímenes que afectan la vida diaria de los ciudadanos: homicidios, secuestro y extorsión. Y a contener a grupos criminales de proporciones controlables; 7) garantizaría, la calidad industrial o química de los estupefacientes y la responsabilidad pública de los encargados de satisfacer la demanda; 8) para México la legalización significaría la desaparición del tema de las drogas de la agenda bilateral con EE.UU., lo que reduciría los conflictos con ese gobierno.
Dos beneficios más, de acuerdo con Hidalgo (2003): 9) Se reduciría la corrupción. Al perder poder económico, los grupos criminales ya no podrían corromper tan fácilmente a jueces, policías, agentes aduanales y en general a funcionarios públicos relacionados con su combate (o regulación), por cierto, la menor corrupción alentaría una mayor confianza en las autoridades, lo que abriría las puertas a círculos virtuosos en la sociedad; y 10) la legalización significaría acabar con el pretexto que tienen los estados para atentar contra la libertad de elección de cada ciudadano y sentaría las bases de sociedades libres.
Pero no todo es “miel sobre hojuelas”, existen maleficios de la legalización, ya que la legalización no resuelve la existencia de usuarios de consumo problemático que han hecho de las drogas una forma de vida, con daños irreparables para su salud. La legalización no resuelve problemas que son subyacentes al abuso de las drogas: pobreza, desempleo, ausencia de oportunidades y trastornos mentales. La legalización no termina con el crimen organizado, ese siempre existirá, incluso puede aumentar temporalmente. Legalizar las drogas no es una panacea es simplemente el menor de los males.
La legalización es una alternativa que tiene que ser considerada y en su caso implementada, es más lo que se pierde ahora, como resultado de una estrategia fallida, que lo que se perdería en el caso de la regulación legal del mercado de drogas. En el caso de México, está claro que los mexicanos no justificamos la “guerra” contra los criminales, ya que nunca la solicitamos. Lo que si queremos es paz y justicia para desarrollar con certidumbre nuestras actividades económicas, en ese sentido, las autoridades deben explorar con seriedad otras estrategias para combatir al crimen organizado y satisfacer los requerimientos de la población a la que se supone deben servir y obedecer.
El camelo de los eurobonos
El camelo de los eurobonos
por Juan Ramón Rallo
Juan Ramón Rallo Julián es Director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (España).
¡Albricias! Gran parte de los políticos y analistas europeos ya han encontrado la solución ideal para la situación de insolvencia que padecen los países periféricos como Grecia, Portugal, Irlanda o España. No se trata, oh sorpresa, de que éstos intenten honrar sus deudas generando más riqueza de la que a día de hoy consumen internamente, sino de que sean los países ricos quienes corran con los gastos de su desmesurada factura. No otra cosa son los célebres eurobonos que con tanta insistencia están siendo reclamados por los propios del Leviatán europeo.
Al cabo, si la única solución a la crisis de deuda pasa por unificar los Tesoros de las distintas naciones continentales con el propósito de emitir unos pasivos no garantizados únicamente por el crédito español, luso o griego sino, también, por el crédito alemán es obvio que lo que buscan los políticos periféricos es que sean los teutones quienes paguen sus deudas y que lo que ansían los gobernantes germanos es poder meter mano directamente en las finanzas de sus socios comunitarios, nacionalizando de facto sus aparatos estatales.
Los primeros, los serviles mandatarios periféricos, aducen que la unificación monetaria hace necesaria la unificación política y que la crisis de aquélla es meramente una expresión de la debilidad de ésta. Los segundos, los voraces expansionistas alemanes, consideran que el precio de salvar el euro y "su proyecto europeo" pasa por arrejuntar los erarios. Cómo si el jaque a las finanzas periféricas proviniera de que el Estados europeos no están suficientemente coordinados como para someter a los desmadrados mercados; el problema no es ése, sino que los ciudadanos periféricos han aupado al poder a unos políticos manirrotos que no quieren adelgazar el tamaño de sus Estados pese a hallarse al borde de la suspensión de pagos, de modo que los ahorradores extranjeros se muestran prudentemente reacios a seguir prestándoles.
La solución de fusionarse con el Tesoro alemán no hace más solvente a todos y cada uno de los miembros de la unión monetaria, sino que los convierte en parásitos de la economía teutona: unificaremos haciendas con la esperanza de que los superávits futuros de Alemania compensen los persistentes déficits públicos de los periféricos. Nada más: la imprescindible austeridad ni está ni se la espera a menos que nos aprueben los presupuestos en el Bundestag. Mas sólo desde la mayor de las estrecheces de miras puede pensarse que una unificación política europea, asentada sobre masivas redistribuciones internas de rentas en lugar de sobre los intercambios voluntarios y mutuamente beneficiosos de sus ciudadanos, lograría apuntalar la paz y la prosperidad en el Continente. Al contrario, por fuerza sería la fuente de nuevos conflictos y fricciones entre sus miembros por hacerse con el poder y con la cartera de sus conciudadanos. Y ello en un momento en el que una mayoría de los alemanes ya han mostrado su hartazgo con seguir siendo los paganinis de Europa.
No, la filosofía que subyace al eurobono no conviene ni a corto ni a largo plazo a Europa. A corto, porque si descargamos las culpas de quien las tiene (la sobreendeudada periferia) a quien no las tiene (el centro prestamista), sólo estamos incentivando que los culpables no rectifiquen echando los balones contra la cara de las víctimas. A largo, porque la unificación de la hacienda es el paso previo a la unificación política, y nada positivo puede surgir de otro mega-Estado mundial que externamente pretenda subirse a la parra y tratar de tú a tú a EEUU, China, Rusia o a "los mercados" (con todas las refriegas, enfrentamientos y restricciones que ello supone) e internamente busque unificar las tributaciones nacionales en una especie de cártel fiscal con el que esquilmar al contribuyente. Más Estado europeo significaría irremediablemente menos globalización y más control interno.
No lo necesitamos. La cuestión es muy sencilla: el eurobono no es ni suficiente ni necesario para evitar las crisis de deuda y salvar al euro. No es suficiente porque si todos los países europeos terminan volviéndose despilfarradores e insolventes, su suma no purificará sus descuadradas cuentas ni convalidará la moneda que se emite con tal respaldo; no es necesario porque si, en cambio, todos los países, incluidos los periféricos, hicieran esfuerzos creíbles por, una vez saneados sus sistemas financieros, cumplir con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, esto es, esfuerzos para regresar sus volúmenes de deuda pública a niveles razonables (inferiores al 60%), no sería menester ningún eurobono para sustentar el valor del euro.
Es posible que para reconducir las finanzas periféricas Alemania tenga que intervenir temporalmente sus economías, como por otro lado se haría en el sector privado con cualquier empresa insolvete. Pero lo que no es de recibo es que vendamos y compremos soberanías como contrapartida al impago de la deuda soberana. Y no lo digo porque sacralice la soberanía española como un elemento trascendental e inmutable, sino porque, en un contexto de unificación política como el mentado, la soberanía que más sufriría sería la de todos y cada uno de los ciudadanos europeos frente al consiguiente superEstado unioneuropeísta. Lo último que necesita Europa es más estatismo mesiánico con el que maniatar por dentro y por fuera a sus ciudadanos.
¿Y si Estados Unidos quebrara?
Si Obama no lograra convencer a los republicanos de la importancia de aumentar el techo de su deuda, Estados Unidos tendría que declararse en suspensión de pagos.
Francisco Martín Moreno*
Es por todos sabido que Estados Unidos es el país más endeudado de la tierra, no únicamente en lo que hace a su gobierno, sino también a sus empresas y a los propios ciudadanos. Existe un porcentaje enorme de la sociedad norteamericana que sobrevive en función del pago mínimo efectuado mensualmente en su tarjeta de crédito.
Sólo que en los últimos meses ha venido surgiendo un monstruo que amenaza la base de sustentación de nuestro otrora poderoso coloso del norte, así, con minúsculas, sino a toda la economía mundial. Se trata de aumentar el techo de la deuda norteamericana, que en la actualidad es de 14.29 billones de dólares, una cifra impensable y que difícilmente cabría en una calculadora para efectuar cualquier operación aritmética.
Si el presidente Obama no lograra convencer, antes del 2 de agosto, a los republicanos, de la importancia de aumentar, de nueva cuenta, dicho techo, Estados Unidos, aunque parezca una paradoja increíble en nuestro tiempo, tendría que declararse en suspensión de pagos con todas las consecuencias domésticas y planetarias.
El consenso legislativo es tan obligatorio como inaplazable porque, de no lograrse, según han declarado varios economistas, Washington, con toda la arrogancia que le es característica, tendría que declarase en bancarrota. ¿Qué tal? Novedades de nuestro tiempo…
Los primeros en padecer el catastrófico impacto financiero serían los estadunidenses que reciben subsidios de la administración de Obama y, en segundo lugar, los funcionarios del gobierno, incluido el personal militar que existe en diferentes partes del mundo para sofocar conflictos o para provocarlos.
¿Qué pasará en Irak o en Afganistán cuando los portaaviones, submarinos y acorazados no tengan ni para gasolina o los soldados no reciban mensualmente su sueldo? ¿Qué pasaría si no hubiera ni para los salarios de los soldados que se juegan la vida sin saber qué defienden?
Empezaría a darse un desastroso efecto dominó puesto que las agencias finalmente cumplirían sus amenazas de bajar la calificación de aseguradoras, cámaras compensadoras e instituciones hipotecarias.
Por si fuera poco, agregan los expertos, la deuda aumentaría con el disparo de los intereses y los repuntes en dichas tasas afectarían al mercado inmobiliario, así como al comercio en general. Los inversores de bonos abandonarían los mercados, el dólar se derrumbaría y la inflación explotaría.
Si la economía más grande del mundo, sweet Lord, no puede hacer frente a sus facturas, no sólo devastaría a la Unión Europea, atenazada por otra crisis de deuda, sino que provocaría una recesión global de consecuencias imprevisibles. La recesión de los años 30 del siglo pasado sería un juego de niños si se le comparara con la que ocasionaría una falta de acuerdo del congreso norteamericano para subir el techo de la deuda.
Es evidente que Obama no creó esta crisis financiera, sino que la heredó de otras administraciones republicanas, en particular la del presidente George Walker Bush (Walker por la marca de whisky…), el hombre que devastó la economía yanqui por sus guerras hasta alcanzar niveles de endeudamiento jamás sospechados ni imaginados.
La verdad es que no es hora de buscar culpables, sino de resolver el asunto, porque si llegara a quebrar Estados Unidos, situación, a todas luces indeseable, es decir, si a nuestro vecino le diera pulmonía y no un simple catarrito, ¿qué sería de la economía mexicana y de sus 40 millones de pobres…?
La misma receta dolorosa que se le aplica a Grecia, a España y a Italia, se le tendrá que administrar a EU. Es decir, si en los próximos días se aumenta la deuda nacional norteamericana en 2.4 billones de dólares, se tendría que recortar el presupuesto federal de egresos en 111 mil millones de dólares, una medida dolorosa que disgustará a muchos ciudadanos que jamás han conocido, como nosotros en México, lo que significa tenerse que apretar el cinturón. Nosotros nos lo hemos apretado tantas veces que ya ni siquiera tenemos cintura y mucho menos cinturón.
EU requiere un recorte radical del gasto público y, al mismo tiempo, acordar una enmienda a la Constitución que recoja la prohibición de aprobar presupuestos anuales deficitarios. El gobierno tendrá que presupuestar cada año una cifra de gasto equivalente a los ingresos esperados.
Los legisladores norteamericanos hasta ahora están en contra de un aumento automático de la deuda para financiar el gasto público, porque finalmente se percataron de que, con toda su arrogancia, pueden caer en la suspensión de pagos, en la horrorosa insolvencia.
¿Y qué tal los chinos? También están instalados en el terror porque son los mayores tenedores de deuda estadunidense y han sugerido, de manera diplomática, la conveniencia de que el gobierno estadunidense “aplique medidas y políticas responsables que impulsen la confianza de los mercados financieros internacionales y protejan los intereses de los inversores”.
¿No está claro el pánico de los chinos? Basta imaginar en qué se convertirían sus bonos valuados en miles de miles de millones de dólares si EU dejara de pagar los intereses.
¿Qué podríamos hacer los mexicanos en una coyuntura semejante?
Elevar nuestras plegarias a la Virgen de Guadalupe, sólo que ella ya emigró a otros países porque ni sus milagros funcionan entre nosotros.
China: ni dólar ni euro, ¡oro!
InvitadoAntoaneta Becker
Londres. La preocupación de China por el lento fallecimiento del dólar justifica su publicitada compra de deuda de gobiernos europeos. Pero, con la crisis del euro en ciernes, los financieros chinos buscan un pilar más sólido para sus reservas de divisas, que ya suman tres billones de dólares.
Mientras la crisis de endeudamiento de la eurozona se propaga de Grecia y Portugal a países como Italia y amenaza la propia supervivencia del euro, financistas y economistas chinos se vuelcan otra vez al oro para garantizar estabilidad.
Yu Yongding, ex asesor del Banco Central de China y duro crítico de la tenencia de bonos del Tesoro de EU, urge a las autoridades a diversificar lo más posible los valores de la cartera del país para protegerse de la debilidad del dólar.
Alrededor de 1.2 billones de dólares de reservas chinas están invertidos en bonos del Tesoro estadunidense.
La deuda de Estados Unidos aumenta y empeora su relación con el producto interno bruto, observó Yu en un foro económico realizado este mes en Pekín. También pronosticó problemas con los activos del país norteamericano y la economía global.
Yu coincide con bancos como Goldman Sachs en pronosticar el lento y sostenido declive del dólar. Entre 1929 y 2009 el poder de compra de la divisa estadunidense disminuyó 94 por ciento, recordó. Goldman Sachs pronostica que perderá 15 por ciento de su valor frente a la libra británica en los próximos 12 meses.
Numerosos inversores de distintas partes del mundo comenzaron a guardar sus reservas en otras divisas para evitar exponerse a una mayor caída.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, debió salir la semana pasada a defender la atribulada economía de su país e insistió en que no tiene los mismos problemas que Grecia o Portugal.
Ante la posibilidad de que empresas calificadoras de riesgo como Standard & Poor’s y Moody’s reduzcan la nota máxima que todavía ostenta la deuda estadunidense, crece el temor de que ese país no pueda seguir pagando los intereses a sus acreedores, en especial a China.
Frente a los problemas del dólar, Pekín empezó hace tres años a mover parte de sus reservas hacia el euro, otro pilar del sistema monetario internacional en problemas.
Pekín contribuyó el año pasado a evitar una profunda crisis del euro al comprar bonos griegos a cambio de un contrato de arrendamiento de 35 años del puerto de Pireo, en Atenas. Luego compró mil 400 millones de dólares en bonos españoles, impulsando la confianza del mercado respecto de España.
Cuando el primer ministro chino, Wen Jiabao, visitó tres países europeos en junio, hizo saber de su intención de adquirir una participación en el fondo de rescate al euro de la Unión Europea (UE).
La generosidad de China hacia Europa llevó al Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, un influyente grupo de estudio, a alertar de que el “interés de Pekín por Europa perjudica los intereses del continente” y amenaza con poner en riesgo valores de la UE a cambio de inversiones.
Pero hay capitalistas chinos que consideran un riesgo necesario invertir en la deuda europea. “Poner dinero para salvar a Europa no es del todo malo”, escribió el analista de asuntos financieros Ming Jinwei en el semanario Economic Observer.
“Ya no se puede ignorar la calificación del crédito de Estados Unidos ni la depreciación del dólar. Acercándose a Europa, China pretende liberarse a sí misma y al sistema financiero mundial de la dependencia de EU y de su divisa”, arguyó.
Pekín nunca ocultó su interés de que su moneda, el yuan, lograra reemplazar en algún momento al dólar como divisa de cambio, pero sus esfuerzos para ampliar esa influencia han tenido el efecto contrario.
La estrategia de Pekín para imponer el yuan como divisa se acelera con la incorporación de cada vez más miembros al club comercial de esta moneda.
En los últimos dos años, Brasil y China concertaron varios intercambios de divisas entre sus bancos centrales para sostener su comercio sin utilizar el dólar. Acuerdos similares se lograron con Argentina, India, Rusia y Sudáfrica, entre otros países.
En el primer trimestre de este año, alrededor de 7 por ciento del intercambio comercial de China se llevó a cabo en su propia moneda, una proporción 20 veces mayor que la de 2010.
Pero en vez de disminuir su dependencia en el dólar, la rápida internacionalización del yuan está logrando lo contrario, remarcó Yu Yongding.
Puesto que creen que el renminbi (nombre oficial del yuan) se apreciará, quienes comercian con China están dispuestos a aceptar pagos con esa moneda, pero luego son renuentes a soltarla y por eso prefieren abonar con otras divisas.
Así, China paga cada vez más importaciones en renminbi, mientras acumula más y más divisas extranjeras.
China necesita una “urgente” revisión de su estrategia de reservas de divisas, asegura Xia Bin, asesor del Banco Central.
En vez de comprar deuda de Occidente, la nación asiática debería invertir en activos estratégicos y acumular oro “comprando acciones en baja”, recomendó.
Pekín reconoce haber duplicado sus reservas de oro, que ascienden a mil 054 toneladas, equivalentes a 54 mil millones de dólares. Y tiene previsto aumentar el volumen a 8 mil toneladas.
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